Ozzy Osbourne: Influencia y legado del rugido eterno

 

De la voz de Black Sabbath a un icono multigeneracional, Ozzy Osbourne dejó un poso que trasciende la música: un puente entre la oscuridad y la verdad, entre el caos y la creación

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Aunque el cuerpo de Ozzy Osbourne ya descansa, su sombra sigue en pie, proyectada sobre cada escenario, cada riff distorsionado, cada voz que grita lo que otros piden callar. Porque su muerte no es un punto final: es apenas una pausa en el canto de un hombre que transformó el ruido en arte y la oscuridad en una forma de libertad.

Ozzy no fue solo el frontman de Black Sabbath o un icono del heavy metal. Fue el arquitecto de un lenguaje nuevo, una grieta abierta en la cultura popular por donde se colaron siglos de miedo, rebeldía, fe y arte. Su legado no es una estatua ni un disco colgado en una pared: es una forma de mirar el mundo con las pupilas dilatadas por la emoción, el vértigo y la verdad.

El alba del metal: cuando el mundo escuchó su grito  

Black Sabbath no fue simplemente una banda pionera. Fue un bautismo sónico. Y Ozzy, con esa voz que sonaba tan personal como si un niño perdido gritara desde un túnel subterráneo, nos introdujo en un territorio nuevo: uno donde la oscuridad no era el fin, sino el principio. Joyas, clásicos, piezas maestras como “Paranoid”, “War Pigs”, “Iron Man”, “Children of the Grave” ..., que son mucho más que canciones. Ozzy no componía como un músico, sino como un vidente. Ponía palabras a lo innombrable. Desde la Guerra Fría al temor nuclear, de la locura mental a la desesperanza cotidiana, supo cantar a lo que el mundo no quería mirar, o el día a día no te dejaba observar.

Y cuando fue expulsado de Sabbath, lejos de desaparecer, se reinventó con una potencia que pocos lograrían. 'Blizzard of Ozz' (1980) y 'Diary of a Madman' (1981) son considerados piedras angulares del género, y con canciones como “Crazy Train” o “Mr. Crowley”, selló su lugar como artista individual, sin necesidad de la maquinaria que lo había hecho nacer.

Más que metal: su voz en todas las artes  

Ozzy no solo dejó huella en la música. Su figura cruzó las fronteras del arte. En la literatura, inspiró novelas oscuras, ensayos sobre la locura y la fe, biografías donde la fragilidad humana se convierte en centro. Su vida fue analizada por psiquiatras, sociólogos y artistas visuales, como por ejemplo Damien Hirst, que lo incluyó en su instalación sobre la muerte.

En el cine, directores como Rob Zombie, Guillermo del Toro y Richard Linklater lo han citado como influencia estética y emocional. Su imagen aparece en videojuegos, cómics y hasta en poemas de spoken word. Su voz ha sido sampleada por artistas de hip hop, techno, reggaetón y trap. Porque Ozzy, sin quererlo, se convirtió en un arquetipo: el del superviviente que abraza la oscuridad sin rendirse.

2JN3D9F Ozzy Osbourne performs on stage during the Closing Ceremony for the 2022 Commonwealth Games at the Alexander Stadium in Birmingham. Picture date: Monday August 8, 2022.

El guardián de las nuevas voces  

Pocos recuerdan que, detrás de la leyenda, había un hombre profundamente generoso con las bandas jóvenes. Desde la creación del festival Ozzfest en 1996, Ozzy y Sharon ofrecieron un escenario global a grupos que, entonces, eran poco conocidos: Slipknot, System of a Down, Linkin Park, Lamb of God, Avenged Sevenfold o Drowning Pool, entre otros.

Ozzfest no era solo un festival: era un rito de iniciación. Quienes pasaban por allí, pasaban a formar parte de una familia caótica y feroz. Ozzy caminaba entre los camerinos, preguntaba por los nuevos, los abrazaba, se sacaba fotos, los escuchaba. Dicen que una vez se quedó una hora entera escuchando a una banda sueca que abría el tercer escenario. “No entiendo nada, pero se siente de verdad”, dijo. Ese era su termómetro: la autenticidad. No la técnica, no la producción, no el marketing. Sino la verdad.

Anécdotas entre la fantasía y lo real  

Ozzy estaba lleno de anécdotas tan absurdas como humanas. Algunas se convirtieron en leyenda: como cuando mordió un murciélago pensando que era de goma, o cuando orinó en el Álamo disfrazado de mujer y fue arrestado, o cuando dejó a Mötley Crüe como una panda de posers cuando querían "hacer locuras" en su gira conjunta. Pero otras historias, menos conocidas, lo muestran en su costado más tierno.

Ozzy y su familia adoptaron a su perro llamado Walter. Un bulldog que había sido rescatado tras sufrir graves quemaduras en la cara y el cuello. La ONG Underdog Heroes compartió la historia en una conocida red social, donde la familia Osbourne se interesó en adoptarlo.

Cuenta la leyenda que, durante la grabación del disco 'No More Tears', Ozzy visitaba a diario a una enfermera retirada que vivía sola en un departamento vecino. Llevaba pan, medicación, y se sentaba a conversar. Nadie se enteró hasta que ella escribió una carta al Daily Mail cuando él fue hospitalizado en 2019.

Y en 2020, cuando fue diagnosticado con Parkinson, se negó a esconderlo. “No soy víctima. Soy un guerrero con temblores”. Fue homenajeado por la comunidad médica como símbolo de visibilidad para quienes conviven con enfermedades neurodegenerativas. De hecho, alrededor de 200 millones de dólares recaudados en su concierto de despedida, han ido a ayudar a diversas organizaciones benéficas, entre ellas, Cure Parkinson's, Birmingham Children's Hospital y Acorn Children's Hospice.

G8YTHX Prague, Czech Republic. 30th June, 2016. Black Sabbath singer Ozzy Osbourne performs during a concert in Prague, Czech Republic, on Thursday, June 30, 2016. © Michal Kamaryt/CTK Photo/Alamy Live News

Un legado tatuado en el alma del mundo  

Ozzy Osbourne no fue solo un músico. Fue un espejo donde millones de personas que no se sentían comprendidas, aprendieron a mirarse sin vergüenza. Mostró que se puede ser débil, errático, torpe y aun así hacer arte. Que se puede vivir en caída libre y aun así dejar belleza. Hoy, su voz sigue en cada auricular, su silueta en cada concierto y su influencia, en cada adolescente que empieza una banda en un local de ensayo.

Y aunque ha muerto, Ozzy no pertenece al pasado. Pertenece a ese lugar inasible que solo habitan los que lograron trascender sin dejar de ser humanos. Donde estén las sombras, habrá un eco de su risa. Donde suene una guitarra, estará su rugido. Y en cada verso que diga una verdad dolorosa, vivirá el alma de John Michael Osbourne: el hombre que cantó al abismo, y sobrevivió para contarlo.